Según las últimas investigaciones, el consumo de omega-3 no solo mejora nuestra salud cardiovascular, sino que también beneficia al funcionamiento del cerebro. Un estudio de la Universidad de Alberta (Canadá) demostró que las neuronas encargadas de almacenar información en el hipocampo, la sede de la memoria, se comunican mejor unas con otras cuando los niveles de omega-3 son elevados. Asimismo, que por nuestras venas fluya este nutriente en abundancia previene la depresión y mejora el estado de ánimo. Por si fuera poco, otra reciente investigación de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, ha sacado a relucir que su consumo mejora la calidad del sueño, pues reduce los problemas para conciliarlo y las interrupciones nocturnas.
El pez grande se come el mercurio
Pero, ¡atención ictiófagos! Comer pescado en grandes cantidades también tiene sus contraindicaciones, sobre todo si tenemos en cuenta que algunos de ellos son más propensos a acumular mercurio. Concretamente, esta sustancia nociva estaría más presente en los peces grandes, los predadores que se encuentran al final de la cadena alimenticia. Por ejemplo, los tiburones se comen muchos peces pequeños, los cuales a su vez ingieren el mercurio depositado en el plancton… Aparte de este escualo, otras especies disponibles en las pescaderías, como el pez espada, la caballa y los blanquillos (de la familia Malacanthidae), también pueden contener dosis elevadas del elemento químico.